12 ago 2012

'Psicosis', de Alfred Hitchcock (1960)



Alfred Hitchcock supo hacer de una novela, hasta cierto punto mediocre, una obra maestra; extrayendo con habilidad todos los elementos de terror psicológico que se encontraban en estado embrionario en el texto. La historia, que es mérito completo de Robert Bloch, es de por sí­ original y escalofriante, con un tratamiento de las profundidades psicopáticas de los individuos muy innovador hasta ese momento; su error radica en la forma de la narración, en el estilo, pues su estructura, que da un mayor énfasis a la problemática de Bates que a la de Marion, resulta más esclarecedora y golpea con mayor fuerza al lector al mostrarle al desnudo las aberraciones de los Bates. La pelí­cula de Hitchcock es estéticamente superior, de un horror psicológico refinado que logra envolver al espectador y que crea un lazo de simpatí­a con los personajes, primero con Marion, luego con Norman, sin detenerse en las banalidades de los personajes secundarios en los que hace tanto énfasis Bloch. Decí­a un viejo crí­tico que el cine jamás alcanzarí­a los niveles del arte que se logran en la literatura, y que era aberrante tratar de adaptar un texto a una serie de imágenes que no contení­an la capacidad de evocación de la palabra; las soberbias escenas de la Psicosis de Hitchcock evidencian con creces que muchas veces la cámara supera a la pluma: y demuestra que el cine posee merecidamente un lugar dentro del arte.

Convertida en fenómeno sociológico por algunos, tachada de vulgar y previsible por otros, Psicosis sigue manteniendo su aura de respetabilidad al cabo de los años y ha sido uno de los pocos filmes que ha inspirado un “remake” -escena por escena-, titulado igualmente Psicosis y estrenado en 1998. Poco conocido por el público común son las fuentes de inspiración de la pelí­cula. Están por supuesto el libro de Robert Bloch y el guión de Joseph Stefano. Pero también hubo casos reales. En 1957 la policí­a investigó la desaparición de una empleada de tienda en Plainfield, Wisconsin. Llegaron a la casa rural de Ed Gein, un hombre de 51 años, y descubrieron una horripilante variedad de huesos humanos y extremidades humanas. Bloch se inspiró en este caso para su novela, provocando avalanchas de protestas de crí­ticos que creyeron que era demasiado para sus sensibilidades.

En esa época un lector de guiones de Paramount rechazó el libro por ser “muy repulsivo para el cine”. Pero, volviendo al cine: ¿Será el sentido de identificación del público una de las pistas para comprender la fascinación que ejerce esta pelí­cula sobre los cinéfilos? Las simpatí­as del espectador pasan de un personaje a otro constantemente, primero con la fugitiva Marion Crane, que ha robado 40.000 dólares y se escapa de la ciudad. El robo, más allá del hecho criminal, traiciona la confianza que en ella depositó su jefe; sin embargo, cuando el policí­a para a Marion en medio de la carretera, todos hacemos fuerza para que no descubra a la bella fugitiva Más tarde, cuando Marion expira en la ducha y su asesino, Norman Bates oculta y limpia todas las evidencias. El periódico, donde Marion ha ocultado el dinero, va al baúl del automóvil de ella; Norman ni sospecha la presencia de dinero ni se molesta en revisar nada. Su crimen tendrá que ser engullido por el pantano. Y ahí­ nuevamente el espectador se tranquiliza cuando el coche termina de hundirse. Ya el dinero no tiene importancia; el oscuro drama psicológico entre Norman y su madre ocupan la escena.


Hitchcock maneja este sentido de identificación del público con personajes de manera magistral, tal y como lo habí­a hecho en Vértigo (1959) tan sólo un año antes. Desde 1919 en que comenzó como ilustrador de tí­tulos en filmes mudos de Jesse Lasky, Hitchcock se curtió en varios oficios cinematográficos: fue montador, guionista, director de arte y asistente de dirección. En Psicosis cada escena es una lección de cinematografí­a, tanto narrativa, como técnica. Desde los tí­tulos de crédito y la entrada en la habitación barata en la que Marion y Sam pasan un corto perí­odo de tiempo, hasta en la verdadera enciclopedia de imágenes que representan los inacabables 45 segundos más horribles de la Historia del Cine que representa el asesinato de Marion en la ducha. Hitchcock intercaló entre los planos breves de distintas partes del cuerpo de la actriz y del agresor envuelto en sombras, otros del cuchillo (siempre entrando desde el lado derecho de la pantalla). El final, con el ojo muerto de Marion, abierto, que se funde con un primerí­simo plano del desagüe de la bañadera, por la cual se escurre la sangre, es una verdadera firma de su autor. Tampoco podemos olvidar la conversación previa en la oficina de Norman, entre él y Marion.

Hitchcock realiza una serie de tomas en la que no sólo el comportamiento de la cámara delata la locura de Norman sino también los decorados que se encuentran detrás de cada personaje dan una idea de sus personalidades. Primero notemos el encuentro entre ambos, en el pasillo. Norman tiene una ventana al lado y se puede ver su reflejo en la misma. ¿Reflejo o doble personalidad? Este tipo de trucos es posible percibirlos a lo largo de toda la cinta. Veamos la siguiente escena a los personajes en la cabaña de Norman, notemos a Marion: ella tiene un cuadro circular detrás, los muebles tienen bordes redondeados, mantillas, son, en una palabra, delicados; usualmente la cámara la toma de frente y su rostro permanece iluminado. En cambio en Norman, los cuadros, los cajones, los muebles, a sus espaldas, son todos rectangulares. Y para peor, cada vez que la cámara lo enfoca, vemos el lateral de su rostro (o sea, vemos una parte de su cara). En ciertas tomas, las aves disecadas por Norman cobran protagonismo, y vemos su rostro coronado por aves y rectángulos, como si estos pájaros estuvieran volando desde su cabeza tras esta escena no se puede decir que Hitchcock no avisó a sus espectadores que Norman no estaba cuerdo.

Criticada fuertemente al momento de su estreno y tachada de “demasiado terrorí­fica” (en un momento en que los crí­ticos no daban relevancia al cine de géneros), Psicosis y su “hermana” Peeping Tom (El fotógrafo del pánico), de Michael Powell (1960), dieron origen a una legión de imitadores en los años 60, hasta productos posteriores como Halloween (Noche de brujas, de John Carpenter, 1978), que es un gran homenaje, en varios sentidos, al clásico de Hitchcock y la serie de secuelas que durante los años 80 se filmaron sobre Psicosis, alguna de ellas dirigida por el propio Anthony Perkins.

Psicosis es probablemente una de las mejores pelí­culas de terror de todos los tiempos. Y sin lugar a dudas, uno de los hitos de la técnica cinematográfica. Son muchos los que piensan que Psicosis es la obra maestra de Alfred Hitchcock. Y es que, son pocas las pelí­culas que logran alcanzar un clí­max de inquietud, espanto e intriga equiparable al de Psicosis. Desde el primer hasta el último minuto te mantiene en suspense, incómodo y tenso.

La pelí­cula esta basada en la novela homónima de Robert Bloch. Dicha novela cuenta la historia de un psicópata asesino de Wisconsin llamado Edward Gein. Pues bien, poco después de publicar la novela el agente de Bloch le comunicó que alguien de la MCA estaba dispuesto a ofrecerle 9.500 dólares por los derechos cinematográficos. Bloch aceptó el acuerdo sin saber que Hitchcock era el que andaba detrás. Hitchcock entregó el texto a Robert P. Cavanagh, uno de sus colaboradores en las series de TV, para que elaborara un buen guión. Sin embargo, el trabajo de Cavanagh no acabó de gustarle al director que consideraba que varios elementos claves la historia se perdí­an. Por lo que, poco después se lo hizo llegar a Joseph Stefano que reestructuró el guión y lo dejó a gusto del maestro del suspense.

Por aquel tiempo Hitchcock tení­a contrato en vigor con la Paramount Pictures. Pero cuando los responsables del estudio supieron que la pelí­cula pretendí­a ser rodada en blanco y negro alegaron que no disponí­an de espacio en sus estudios. Pretendí­an de este modo que Hitchcock cambiara de planes. En respuesta, el director decidió alquilar los estudios de la Revue-Universal Studios donde vení­a realizando sus producciones para TV hasta entonces. Y así­, a finales de noviembre de 1959 comenzó el rodaje.


Psicosis es una pelí­cula que rompí­a con muchos convencionalismos establecidos hasta entonces. Y no sólo eso sino que marcó la pauta dentro del género de terror hasta el punto de ser considerada por muchos como su paradigma.

En la historia todo es inquietante. Desde el mismí­simo comienzo se nos va dando a entender que algo horrible va a suceder… El poder de sugestión que consigue gracias a la música y a los efectos técnicos es sorprendente: la voz en off, los primeros planos del dinero y del ojo de Norman, las tomas cenitales de la señora Bates, los fundidos, la caí­da de Arbogast… Y es que, pocas pelí­culas pueden presumir de aglutinar tanta técnica cinematográfica.

La escena de la ducha, la más famosa del filme y una de las más famosas de la historia del cine, requirió el trabajo de siete dí­as de rodaje. La cámara llego a filmar desde 70 ángulos diferentes. Mención aparte merece el “McGuffin”, un invento cinematográfico de Hitchcock consistente en centrar la atención sobre una trama u objeto que en un primer momento parecen capitales para el desarrollo de la historia pero que luego se desvanecen con la consiguiente sorpresa por parte del espectador.

En cuanto a los actores, cabe destacar a Janet Leigh y a Martin Balsam, y especialmente a Anthony Perkins, que clava el papel a la perfección. Años después protagonizó la secuela del filme, esta vez de la mano de Richard Franklin. Su personaje es inquietante desde el primer momento que aparece en pantalla…

Pues bien, a pesar de todo, Psicosis no alcanzó ni un solo Oscar. Recibió 4 nominaciones, entre otras a mejor director y a mejor actriz secundaria, pero no llegó a ganar nada. Casos como éste demuestran que los Oscars de Hollywood no son un factor del todo fiable a la hora de valorar una pelí­cula. Que Psicosis no fuera ni siquiera nominada a mejor pelí­cula… tiene delito. En cualquier caso, cabe señalar que compitió con otras pelí­culas extraordinarias como El apartamento, Los siete magní­ficos, Éxodo, El Álamo o Espartaco.

No obstante, el tiempo la ha puesto en su lugar para los aficionados al cine. Una gran pelí­cula, una obra maestra que no envejece con el tiempo, un auténtico hito del cine.

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