En El Hobbit: La desolación de Smaug, Thorin (Richard Armitage) y los suyos continúan su viaje tras haber logrado cruzar con éxito las montañas. Su destino es la Montaña Solitaria, donde duerme el dragón Smaug, pero para llegar hasta ella deberán cruzar el Bosque Negro, lleno de peligros, y entrar en la Ciudad del Lago, el asentamiento más cercano a su destino.
Con mucha más acción que su predecesora y con algunos pasajes y personajes de la cosecha de su director, Peter Jakson, la segunda parte de la novela única de J.R.R. Tolkien se convierte en una película mucho más completa que la anterior, en la que se mezclan las enseñanzas morales con la acción trepidante digna de una cinta de aventuras. Los planos y los paisajes siguen la tónica de espectacularidad propia de la trilogía de El Señor de los Anillos y de El Hobbit: Un viaje inesperado, con secuencias aéreas y tomas generales de los encantos naturales de Nueva Zelanda que dotan de una gran calidad estética al viaje de Bilbo Bolsón (Martin Freeman) y compañía.
De los aderezos de Jackson, la aparición de Légolas (Orlando Bloom) es uno de los aciertos del film, sobre todo porque no viene solo, sino con Tauriel (Evangeline Lilly), una elfa que pone el toque femenino, pero no por ello vulnerable, a una historia en la que las mujeres brillan por su ausencia. Aunque Légolas no aparece en el texto original de Tolkien, es hijo de Thranduil (Lee Pace), rey de los elfos silvanos con el que los protagonistas se topan a lo largo de su viaje, por lo que no es de extrañar que el director haya querido incluir al elfo en este punto de la historia, ya que no hay que olvidar que el arquero es uno de los personajes principales en El Señor de los Anillos y, por tanto, un habitante de peso de la Tierra Media.
Otro de los momentos cumbre del largometraje llega con el encuentro entre Smaug, al que Benedict Cumberbatch pone voz en la versión original, y Bilbo Bolsón. Esta sucesión de escenas, que ya se anticipan en el tráiler final, pueden incluirse entre las mejores de una película que conseguirá que tanto los fans más fervientes del universo creado por Tolkien como los espectadores menos familiarizados con los textos originales, disfruten de dos horas y media de cine sin darse apenas cuenta.
Nota Making Of: 7
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