Película muda en blanco y negro norteamericana
dirigida en 1903 por Edwin S. Porter (1870-1941), director de cine
estadounidense que trabajo en el estudio de Edison, este último inventó el quinetoscopio: máquina que permitía ver imágenes en movimiento.
La importancia de esta película
viene dada por ser la precursora del género western estructurada como un relato
en el que hay introducción, nudo y desenlace al más puro estilo teatralizado de
otro gran director de la época: Meliès.
El film tiene una duración de
poco más de diez minutos durante los cuales el suspense es el encargado de
mantener la atención del público más impresionable de aquella época.
La trama contada en varias
escenas transcurre en primer lugar cuando los asaltantes cogen por sorpresa al
telegrafista de una estación de tren y lo atan para que este no pueda dar parte
del asalto al tren.
Posteriormente y con una gran
transparencia hacia el espectador se muestra como estos son capaces de
introducirse en el tren sin ningún problema.
El siguiente enfoque muestra a un
trabajador que intuye que algo ocurre e intenta impedir el robo pero los
ladrones le hieren para hacerse con el botín que está bajo llave, es entonces
cuando acuden a la pólvora para poder tener acceso a su tan ansiada recompensa.
No contentos con lo obtenido
hacen que el maquinista pare el tren y todos los que viajan en él tienen que
descender a las vías para ser despojados
de sus pertenencias más preciadas. En este caso hay un valiente que intenta
huir del atraco cuando es abatido a tiros en forma de contestación y
escarmiento de todo el que quiera seguir sus pasos.
Una vez tienen todo lo que desean
huyen hacia el bosque en busca de unos caballos que les están esperando para su
huida.
Mientras tanto, el telegrafista del
primer plano intenta incorporarse para poder dar la voz de alarma pero no puede
hasta que una niña le encuentra y le desata. El hombre sale corriendo y lo
único que encuentra es un baile de estilo country en el que obtiene la ayuda
que necesitaba.
La siguiente toma es la huida de
los atracadores mientras intercambian tiros con los hombres que los persiguen.
Cuando creen que han despistado a sus perseguidores se detienen a repartir el
botín, en ese instante son sorprendidos y acaban muriendo.
Como colofón y parte estrella de
la representación se da una toma última que implica al espectador de manera
inusual en esa época. Se trata de un plano medio de un vaquero que porta un
arma y que la dispara directamente a cámara, es decir contra el espectador. Se
podría decir que los observadores sufrieron el mismo efecto que cuando los
hermanos Lumierè hicieron la llegada del tren a la estación.
El enorme impacto causante en la
época, su gran acogida y el hecho de haber descubierto uno de los géneros que
más se sucederían a partir de entonces (western) hacen de este film un hito del
cine que merece nuestra admiración.
A continuación os dejamos
disfrutando de la película titulada en su versión original como: ‘The great
train robery’:
molaría mas con sonido.
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