El cine mudo y en blanco y negro se ha puesto de moda incluso ha llegado a influir en la dirección cinematográfica española. Las producciones artísticas cada vez llaman más la atención como es el caso de Blancanieves que llega a las grandes pantallas dejando un buen sabor de boca a la crítica. La obra de Pablo Berger, tras tener una buena acogida en distintos festivales, ha sido elegida para representar a España en los próximos Oscar.
Blancanieves ha recibido elogios y alabanzas y el espectador ha ido creando grandiosas expectativas sobre una película con ofrece una versión un tanto peculiar sobre el cuento de los hermanos Grimm. Pero cuando el público apoya sus posaderas sobre el acolchado de la butaca y ve como poco a poco se desenvuelve la trama, cae tras el telón un falsa imagen sobre el producto.
Pablo Berger tras ocho años de duro trabajo ha querido plasmar en la gran pantalla una Blancanieves con un toque cálido de carácter español. Con un telón de fondo que se desenvuelve en los años 20 de una España profunda, se narra la historia de Carmencita: una niña risueña y dulce que tras la muerte de su madre y de su abuela, cae en las garras de su madrastra, una arpía que lo único que pretende conseguir es la gran riqueza de un conocido torero. Blancanieves consigue escapar de esa pesadilla y se topa con una familia de enanos con los que compartirán distintas experiencias hasta que un horrible suceso vacía la trama del film.
La cinta termina por resultar vacía en contenido que logre ser sugerente, sin haber valores, ideas o conceptos más alla de lo que implica el orgullo patriótico de ser español. La película se convierte en una oda a la religión católica, a los bailes andaluces y al supuesto arte que conlleva torear.
Nota Making Of: 5
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