15 años y un día llegó esta
semana a las salas españolas, después de alzarse con la Biznaga de
Oro en el Festival de Málaga 2013. Todo un éxito de taquilla, solo
superado por Combustión, es difícil no caer en los tópicos
hablando de ella. Sin embargo, la película de Gracia Querejeta es la
historia de una vida, de una familia, de la importancia de las
complicaciones cotidianas. Detrás de ello, está el amor que
prevalece por encima de todo, las dificultades comunicativas de las
relaciones interpersonales y la lealtad que se esconde hasta en los
actos más inesperados.
Las relaciones parternofiliales es el
tema clave del cine de Querejeta desde Cuando vuelvas a mi lado
(1999) hasta Siete mesas de billar francés (2007). La
cineasta ha tratado desde el principio quitar el velo a las
relaciones impuestas por la vida donde nuestra capacidad de elección
queda anulada. En esta ocasión, es el desconocimiento de los propios
hijos y los valores de bienestar que parecen esconder una red de
mentiras cuyo mantenimiento es un precio demasiado alto son las que
dotan de sentido a la trama. 15 años y un día refleja a la
perfección este conflicto.
Querejeta dispone de manera conveniente
en su guión, coescrito junto a Santos Mercero, todos los matices
para que su película termine resultando una obra magníficamente
narrada, pulcra y sin altibajos en el ritmo. Eso y una puesta en
escena prácticamente transparente, que reposa confiada y
sosegadamente en el trabajo de los intérpretes, dan de sí una cinta
que, además, tiene el don de no cargar las tintas demasiado en el
componente dramático de la historia y es que, a pesar de que éste
sea completamente omnipresente en el último tercio del metraje, el
tono de 15 años y un día jamás se desmarca de ese aire de
liviano optimismo, influenciado por la luminosa y transparente
fotografía de Juan Carlos Gómez, que recorre toda la cinta desde su
inicio a medio camino entre la comedia costumbrista y el melodrama
familiar y que influye incluso en las escenas de carácter más
policial.
Paradojas del destino, es
precisamente esta levedad tonal lo que echa al traste el alcance
último de la película ya que a pesar de ser una película brillante
desde el punto de vista técnico y estético, Querejeta no logra
emocionar a un espectador empático con la temática pero que no
logra conmoverse con la historia en su conjunto. Los esfuerzos de
Maribel Verdú, Belén López y Tito Valverde no consiguen salvar una película que,
por otra parte, es de las mejores del cine español de este año. No
es para todos los públicos, pero, sin duda, deja un buen sabor de
boca.
Nota Making Of: 7
Nota Making Of: 7
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