13 nov 2011

Audrey Hepburn y Gregory Peck en 'Vacaciones en Roma'

Cartel de la película Vacaciones en Roma, con Audrey Hepburn y Gregory Peck

El clásico del cine Vacaciones en Roma del director William Wyler fue estrenado en el año 1953 convirtiéndose, hasta la actualidad, en todo un hito cinematográfico. Ya en su tiempo obtuvo tres premios Oscar, el primero de ellos otorgado a su protagonista Audrey Hepburn como mejor actriz, el segundo fue dado por el genuino e irrepetible argumento original y por último se reconoció un Oscar al adecuado vestuario de los personajes en cada momento del film.

William Wyler, director de Vacaciones en RomaLa película no hubiera sido posible sin el prolífico director norteamericano William Wyler (1901 – 1981) conocido por desarrollar películas tan emblemáticas como: Ben Hur (1959) y Los mejores años de nuestra vida (1946), ambos films le dieron el Oscar a mejor director de un total de tres estatuillas en esa misma categoría.

Wyler apostó por el talento todavía por descubrir de Audrey Hepburn (1929 - 1993) como personaje principal, ya que esta era la primera vez que Hepburn actuaría para la industria de Hollywood. Audrey nacida en Bruselas se había introducido en el mundo del cine después de desarrollarse como modelo gracias a su estilizada figura y tan sólo había podido interpretar un papel en la película holandesa titulada Nederlans in 7 lessen y otros papeles más pequeños como su actuación en la comedia británica Oro en barras.

Hepburn consiguió ser todo un descubrimiento en esta película donde su desparpajo, elegancia y encanto engatusó a los espectadores y a los directores, ya que después de este magnífico papel le llovieron multitud de ofertas como la película Sabrina (1954) de Billy Wilder que le valió una nueva nominación a los Oscar.


Escena de Vacaciones en RomaPor otro lado está, Joe Bradley, el galán de la película encarnado por Gregory Peck (1916 - 2003), un actor asentado de Hollywood aunque la academia de cine sólo le premió una vez en la categoría de mejor actor por la película Matar a un ruiseñor (1962).

El fantástico trabajo de dirección de Wyler tanto en la elección de sus personajes como en la acertada escenografía hace que esta película alcance el culmen de las comedias románticas y sea un referente ineludible de este género cinematográfico.

Roma, la ciudad eterna, es lo que se llama el tercer protagonista de la película. Tanto es así, que el director decidió grabar la película en blanco y negro para que esta no eclipsará a los protagonistas con su belleza histórico – artística.

William Wylder decidió con sumo criterio el utilizar planos reales de hermosos monumentos y lugares como la Fontana di Trevi, el Coliseo o la Plaza de España. Estos son mostrados, entre otros, con tal peculiaridad como las calles empedradas y el don de sus gentes.

Escena de Vacaciones en RomaLa magia que desprende la ciudad no sólo encandila a Ana, la joven princesa que se encuentra allí por sus responsabilidades diplomáticas en un viaje a las capitales europeas, sino que todo espectador es introducido en la escena y se siente parte de ese paraje enriquecedor en todos los sentidos posibles.

El argumento de la película trata de sorprender mostrando las necesidades que todo ser humano tiene, independientemente de que estrato social sea, pues las banalidades de la vida son las que dan sentido a la existencia misma del individuo.

Por ello, la película muestra a una princesa que a pesar de disfrutar de un sin fin de lujos y viajes, no es capaz de disfrutar la vida tal y como se nos ha dado. La heredera al trono vive en una jaula de oro de la cual es esclava y sueña con poder disfrutar de los placeres de la vida como el común de los mortales.

Los deberes principescos son aparcados a un lado cuando Ana decide escapar de su encierro consentido, consiguiendo llegar hasta fuera de palacio para encontrarse con Roma.

El escándalo de la calle, la música y las luces que adornan los antiquísimos monumentos, son el marco perfecto para poder recorrer la capital de Italia sin las ataduras que le suponen los deberes de su corona.

El encuentro entre Joe Bradley y la princesa, será accidental pues esta se encuentra en estado de sopor tras haberle sido administrado un medicamento para calmarla en su actitud rebelde, poco tiempo antes de que esta decidiera huir de palacio.

Joe Bradley es quien hace posible todos los sueños y caprichos de Ana, estos van desde tomar un “gelato”, bajo el tórrido sol, hasta cortarse el pelo a lo “garçon”. Todo ello mientras ven el grandioso Coliseo y hacen una visita panorámica de la ciudad desde la simbólica vespa italiana.

El cariño entre los personajes hace que surja una relación que en otro momento hubiera sido imposible debido a la diferencia social de la que proceden cada uno.
Escena de Vacaciones en RomaLa princesa miente sobre su procedencia real y Bradley sobre su oficio que mantiene oculto hasta el final de la película. Por un lado, la protagonista necesita mantenerse de incógnito si pretende poder pasar un día normal bajo el anonimato y por otro lado Bradley tiene intereses ocultos al darse cuenta de que a quien tiene enfrente es realmente la princesa.

Joe Bradley con la ayuda de su amigo Irving, periodista y fotografo respectivamente, inician la tarea de un reportaje robado a la princesa. El motivo de tal pretensión es mostrar la cara más sensacionalista de esta, pero el cariño y la relación que les va uniendo a lo largo del día hará que el dinero no sea motivo suficiente para la venta de tal información.

El argumento es todo un cuento de hadas que bien podría asemejarse al de Cenicienta, ya que al principio de la película la princesa pierde un zapato en la recepción de autoridades europeas y como si de la misma protagonista del cuento se tratara solo dispondrá hasta la noche para volver a su vida normal. Es curioso ver como la historia de la película es contada desde la perspectiva de una princesa que quiere ser normal, mientras que el viejo cuento trata de una chica normal que se convierte en princesa.

 El hilo de la película va dejando al espectador cada vez más interesado en su culminación, la cual es muy diferente al que estamos acostumbrados en el género de drama romántico, lo cual nos hace apreciar la diferencia entre la espectacularidad de la película que estamos tratando y la nimiedad de muchas películas actuales de este mismo género.

Los 118 minutos que dura la película son suficientes para dejar perplejo al que lo ve y pero sin duda deja con ganas de más, pues el espectador queda sediento de la magia que aporta el film. Por todo ello, desde Making Of respondemos ante tal magnífica obra en honor al buen cine y también a su protagonista la magnífica e inspiradora Audrey Hepburn.

Os dejamos con un momento entrañable de la película: La visita a La Bocca della Veritá.

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